Marruecos
Marruecos es como un árbol cuyas raíces horadan la tierra africana mientras sus hojas respiran aire europeo. Esta metáfora con la que el Rey Hassan II solía describir a su país, refleja la pasión del marroquí que sueña con la modernidad y el ...
... deseo del buen vivir.
La topografía, el clima y la historia han conformado un país de múltiples facetas con mucho que ofrecer; desde playas, valles serranos y fértiles tierras agrícolas plantadas con naranjos, hasta cadenas montañosas y un extenso desierto salpicado de oasis y palmeras.
Y precisamente la parte sur de Marruecos es la que os vamos a mostrar con esta fotogalería, un viaje que tiene su inicio en la plaza Jemaa el Fna, donde se encuentra el mercado de la ciudad de Marrakech con su gran zoco, a la sombra del Atlas y rodeada por unas murallas de color ocre, desde la que parten las excursiones y caravanas para recorrer el Gran Sur del país. En esta famosa plaza se juntan todas las grandes tradiciones arraigadas en el pueblo marroquí. Los encantadores de serpientes, los sacamuelas con sus tenazas de hierro y los dientes ensangrentados que acaban de ser extraídos exhibiéndose encima de las mesas, las cabezas de cordero asado expuestas para su consumo in situ, los típicos aguadores con sus coloridos vestidos y sus bruñidos recipientes de cobre y latón, los puestos de los vendedores de fruta, mesas para tomar te y mercancías de todo tipo. Marrakech es la puerta hacia el desierto y hacia las montañas, encuentro de gente que viene a aprovisionarse de lejanos pueblos, pero también es una importante cita para el turismo de todo el mundo, que mira con ojos curiosos el día a día de esta ancestral cultura, desde la comodidad de sus hoteles de lujo.
De camino hacia el sur cruzaremos el imponente Atlas y disfrutaremos con la inmensidad del palmeral del Valle del Draa. En Zagora conoceremos algunas Kasbas que durante mucho tiempo ha desempeñado las funciones de castillos fortificados, por ser un lugar donde gentes y animales se refugiaban de los ataques, del frío y de otras amenazas.
Finalmente llegaremos al desierto de Erg Chigaga, un pequeño oasis sahariano donde es posible disfrutar bajo la luz del amanecer y del atardecer, de un infinito mar de dunas que en función de la luz del sol se tiñen de una fascinante variedad de tonalidades.
Una vez más, David Santiago nos ha traído bellas imágenes producidas bajo la ilusión del fotógrafo viajero que busca siempre un punto de luz en medio de las sombras del paisaje, y no le importa exponer su apreciado equipo a las inclemencias de las tormentas de arena del desierto.
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