Lanzarote 2003
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Una vez más, Lanzarote (Islas Canarias) se nos ha presentado como la mejor opción para pasar las Navidades. El clima que se disfruta en esta isla canaria, junto con sus extraordinarios paisajes y su especial gastronomía (papas, quesos y vinos) hace que sea imposible negarse a visitar Lanzarote en estas fechas, sobre todo cuando lo que pretende uno es alejarse lo más posible del escandaloso bullicio navideño de la gran ciudad.
Sentir emoción al contemplar un paisaje es algo que suele ocurrir en muchas ocasiones, casi siempre cuando es la primera vez que impresiona nuestros ojos... pero emocionarse irremediablemente al volver a contemplarlo de nuevo ya no es tan frecuente y hace falta algo fuera de lo normal para que nuestros sentidos se aviven y deseen parar el tiempo en ese instante. Cuando se viaja por los mares de lava del Parque de Timanfaya, cuando se contempla el atardecer desde el Mirador del Río, cuando observas sus acantilados desde Famara o escuchas el mar embravecido romper las olas en la Caleta de las Ánimas... es como si estuvieras sumergido en una nave burbuja atravesando el tiempo detenido y el espacio imposible.
Los pueblecitos blancos resaltando sobre la tierra obscura es otra de las raras maravillas de esta isla. Las palmeras de Haría, la belleza de Nazaret, la tranquilidad de Orzola y la agradable Arrieta junto con otros muchos pueblos que se van descubriendo por toda la isla, contribuyen a la espectacularidad del paisaje único y sorprendente.
Una breve excursión en ferry hacia Fuerteventura desde Playa Blanca (veinte minutos de trayecto) nos permitió recorrer algunas localidades de esta isla, pero debido al fuerte viento que nos encontramos hemos tenido que dejar para otra ocasión una visita con más profundidad.