Cierto consejero cántabro de Turismo se dio cuenta, hace
unos años, de que en un lugar donde la climatología es tan
imprevisible, resultaba algo difícil "vender" el rico patrimonio
paisajístico, natural y cultural al aire libre de esta comunidad
autónoma. Así pues, se decidió a explorar y proponer otros
recursos que no dependieran del buen o mal tiempo que hiciera.
Para él, la solución fue evidente:
Cantabria es
la comunidad con mayor concentración de cuevas valor
histórico-artístico y geológico de España, lugares donde las
variables meteorológicas bien poco influyen. Y, además, buena
parte del patrimonio subterráneo cántabro está reconocido como
Patrimonio de la Humanidad, como parte del "paquete" paleolítico
de la
Cornisa Cantábrica, que va desde Galicia hasta más allá de
las Landas francesas.
Cantabria promociona hoy sus oquedades bajo tierra como un
recurso turístico de primer orden, no sólo como una alternativa
a los días de lluvia. De todas esas cuevas, la de
Altamira es,
sin duda, la más conocida y valiosa. Y eso, pese a que hace ya
años que la visita a la cueva original está vetada, como
consecuencia de la proliferación de ciertos microorganismos,
introducidos de forma no intencional por los hombres, que
degradan los pigmentos naturales con que fue decorada la que se
considera como la
Capilla Sixtina del Paleolítico. Como
alternativa, se puede visitar la neocueva, reconstrucción a
escala dentro del
Museo de Altamira,
muy cerca del lugar en el que
Marcelino Sanz de Sautuola
y su
hija descubrieron los célebres bisontes y ciervos. Los expertos
trabajaron durante años para reproducir de forma fiel el techo
de la cueva, imitando a la perfección aquellos volúmenes pétreos
que el maestro de Altamira utilizó de forma magistral para
transmitir más realismo a su creación. Una obra datada, nada
menos, que hace 15.000 años.
Quien visita
Altamira suele hacerlo también a las cercanas
localidades de
Santillana del Mar y
Comillas. La primera, sin duda una de las más auténticas de
Cantabria, conserva el sabor medieval y renacentista en calles
empedradas flanqueadas por casonas y palacios. La mayor parte de
ellos se han reconvertido en hoteles, restaurantes y, cómo no,
tiendas de souvenirs. Aunque, claro, los mejores "recuerdos" de
esta región son sus productos gastronómicos: quesos, licores,
anchoas, ventrescas, sobaos pasiegos y quesadas. Al final del
paseo por
Santillana, siempre estará su impresionante colegiata,
edificio de estilo Románico, reformado en parte durante la época
gótica y que conserva un claustro en el que se mezclan capiteles
figurativos con otros de motivos vegetales y geométricos, en
función de que cuando se hiceron el conjunto monástico estuviera
a cargo del Císter o de los monjes de Cluny.
En cuanto a
Comillas, su
principal atractivo es una espectacular playa (también lo es,
aunque más modesta en extensión, la del cercano pueblo de
Cóbreces). En la segunda mitad del siglo XIX regresó aquí
Antonio López y López, un comillense emigrado a Cuba, donde se
enriqueció con el transporte marítimo y otros negocios. El que
después sería reconocido por
Alfonso XII como
marqués de
Comillas (prestó ingentes cantidades de dinero a la Corona) fue
el impulsor, con la construcción de su palacio, de que la
localidad pasara de ser una modesta villa marinera a un lugar de
descanso para la realeza y la burguesía del país.
El marqués supo repartir su riqueza y negocios con su
familia. Y no sólo con sus hijos que, por cierto, no lograron
perpetuar la estirpe. Así, con la riqueza generada a través de
aquellos negocios, uno de sus cuñados se hizo construir junto al
palacio del marqués una casa, auténtico "capricho"
arquitectónico, de cuyo proyecto se encargó un catalán llamado
Antoni Gaudí.
Volviendo al hilo conductor de nuestro relato, la Cantabria
de los interiores, merece la pena visitar la
cueva
de El Soplao, unos kilómetros hacia el suroeste.
La
Florida, el lugar donde se encuentra y desde donde se domina una
impresionante panorámica de los
Picos de Europa, fue una
explotación minera iniciada a mediados del siglo XIX. Fueron los
mineros, al excavar una de las vetas, quienes descubrieron esta
enorme oquedad de más de 20 kilómetros de recorrido.
El Soplao muestra las características de la mayor parte de
las cuevas calizas, con estalactitas y estalacmitas de
caprichosas formas, pero su particularidad es la extraordinaria
proliferación de estalactitas excéntricas. Es decir, formaciones
que crecen no siguiendo las leyes de la gravedad; algunas,
incluso, retorciéndose sobre sí mismas como un sacacorchos y,
muchas, agrupadas en formaciones que recuerdan a los arrecifes
de coral. En el entorno de
El Soplao, además, se ha encontrado
ámbar dorado y azul (algo rarísimo), muchas de cuyas piezas
muestran insectos atrapados en su interior. Singulares muestras
de una vida extinta hace más de 100.000 años.
Hace bastante menos (unos 15.000 años), es un decir, el
maestro de
Altamira creó escuela en otras cuevas del Cantábrico.
Lo demuestran las representaciones pictóricas halladas, por
ejemplo, en el complejo de oquedades del
Monte
Castillo, junto a la localidad de
Puente
Viesgo. De todas ellas destaca la propia cueva del
Castillo por su tamaño, la calidad de las representaciones
artísticas y las numerosas piezas arqueológicas descubiertas en
ella y pertenecientes a distintas eras, del Neolítico al
Paleolítico.
Desde el punto de vista geológico, también merece la visita
la
cueva de Las Monedas, llamada así por una leyenda que dice
que se encontraron aquí unas piezas acuñadas en la época de los
Reyes Católicos.Ya que estamos en Puente Viesgo, localidad muy
conocida desde los tiempos en que la
Selección Española de
Fútbol se concentraba aquí, cuando fue seleccionador
Javier
Clemente, se puede disfrutar de los efectos de sus aguas
mineromedicinales en las completísimas instalaciones del
balneario.
Este complejo termal, además de un alojamiento de calidad,
es un lugar ideal donde no sólo aliviar dolencias respiratorias,
circulatorias o del aparato locomotor, sino también el más
habitual de los males de nuestro tiempo: el estrés. Y, desde
luego, es un buen punto final para cerrar esta capítulo sobre
las delicias interiores de Cantabria.
MÁS INFORMACIÓN:Turismo de
Cantabria: www.turismodecantabria.com
Sobre las cuevas
cántabras: http://cuevas.culturadecantabria.com
PARA COMER:Cocido lebaniego y montañés, olla
ferroviaria, pescados en salsa verde, anchoas, rabas
(calamares), lomos de bonito, quesos montañeses, sobaos
pasiegos, quesadas... La lista de platos típicos cántabros
resulta suculenta, deliciosa... Y también, contundente. La mayor
parte de los restaurantes de la región pasan de puntillas por la
moda de los menús-degustación (muchos platos en raciones
escasas) y apuestan por la idea de que de una buena mesa hay
que levantarse bien comido. Así que, prepárate a comer mucho y
bien.
ALGUNOS RESTAURANTES:Tonino:
La Torrre, 86, Monte (muy cerca de Santander), tel. 942 320 182.
Pide sus cocochas de bacalao rebozadas y sus pescados frescos. A
la carta: unos 40 euros.
Sixtina: Del
Sol, 47, tel. 942 219 595. En su techo emula las pinturas de
Altamira y en el plato toques de innovación culinaria, pero sin
perder de vista el producto regional y de temporada. A la carta:
entre 40-45 euros.
La Venta de Castañeda:
Pomaluengo-Castañeda, tel. 942 592 140. Si te gustan los guisos,
éste es el lugar adecuado. La estrella es la olla ferroviaria,
pero Santiago, su propietario, también te propondrá probar lo
mejor de la gastronomía regional. Precio medio: entre 35-40
euros.
Para dormir:
Gran Hotel Balneario Puente Viesgo:
Manuel Pérez Mazo, s/n, Puente Viesgo, tel. 942 598 061. Paquete
Fin de Semana Sensorial para parejas: 265 euros por persona.
También puedes recibir información sobre alojamientos y
gestionar tus reservas de hoteles y casas rurales en:
Central
de Reservas: tel. 902 760 206.
Asociación Empresarial de
Hostelería de Cantabria: www.dormirencantabria.com.
Asociación de Turismo Rural de Cantabria:
www.turismoruralcantabria.com.